El principio del otoño es alentador en lo que al aspecto de la piel se refiere. El verano, a quien más y a quien menos, suele dejar un tono bronceado (conseguido siempre con la protección solar adecuada, queremos creer) que ilumina el rostro y nos presenta delante del espejo la versión más saludable y descansada de nosotras mismas.
La experta en estética Silvia Oliete, del centro de belleza Blauceldona (Barcelona), lo resume en que "hemos cogido un bonito color que deja homogénea nuestra tez, minimizando así la diferencia cromática con las ojeras, las manchas o las irregularidades e imperfecciones". Además, vemos cómo aplicar cualquier producto hidratante nos aporta un brillo más favorecedor si cabe.
Por desgracia, esto es solo un espejismo, y según nos adentramos en el otoño, las consecuencias 'malas' del verano sobre la piel van haciendo su aparición, casi en un efecto dominó que hace que pasemos de nuestra versión a (casi) la peor.
Porque es un hecho que la piel en otoño lo que necesita, fundamentalmente, es reponerse de los 'sufrimientos' del verano, que los hay, aunque nos los veamos, y son muchos.
La piel en otoño: las consecuencias del relax del verano
Insiste Silvia Oliete que la imagen que nos ofrece nuestra propia piel después del verano es pasajera e irreal, como la que se consigue al aplicar maquillaje. Porque, como la procesión, los daños que sufre el rostro y los enemigos a los que tiene que enfrentarse en invierno, van por dentro.