No siempre el sol incide sobre la piel de la misma forma y con idéntica intensidad en la playa, en la ciudad o en la montaña. Son muchos los factores que cambian considerablemente la experiencia de exponerse o, simplemente, de realizar una vida urbana sin necesidad de estar tumbado en una playa o piscina.

Si bien es cierto que en verano la radiación solar es más intensa, debemos de protegernos todos los días del año, independientemente de si vamos o no a estar expuestos al sol. De no hacerlo, puede tener consecuencias negativas en la salud de nuestra piel.

La piel de nuestro rostro es el indicador más exacto de nuestro estado de salud, además de ser la zona más visible de nuestro cuerpo. Por tanto, los agentes externos inciden más en esta parte, convirtiéndose en necesario aplicar protector social facial cada día, para protegernos de los rayos del sol y de la luz azul, también perjudicial para nuestra piel.

A continuación, hemos elaborado una serie de recomendaciones para cuidar nuestra piel antes de exponernos a los rayos solares y unos consejos para protegernos según tus vacaciones:

  • Realizar una limpieza facial en profundidad de la piel para lograr una renovación y mejorar la calidad cutánea.
  • Eliminar el vello facial de labio y cejas para que la piel esté más bonita y preparada para tomar el sol.
  • No olvidar una sesión de manicura y pedicura para que manos y pies luzcan radiantes y podamos presumir con unas sandalias fantásticas.
  • Imprescindible realizar un tratamiento de exfoliación corporal para que la piel luzca con una gran luminosidad tras eliminar pieles muertas antes de dar la bienvenida al sol
  • También es crucial apuntar en la agenda someterse a una depilación corporal.
  • Preparar un neceser de viaje acorde a nuestro destino de vacaciones, sin olvidar las cremas protectoras para cara y cuerpo que nos haya recomendado un especialista.
  • Si no podemos ir a la playa y toca trabajar en verano, no hay que olvidar que también debemos salir con protección solar, aunque en este caso es mejor optar por texturas más fluidas.
  • Beber mucha agua nos hidrata y nos ayuda a soportar el calor y la humedad. Hay que evitar en lo posible la ingesta de alcohol.
  • Incluir en nuestra dieta frutas y verduras ricas en betacarotenos como la zanahoria, el tomate, el pimiento o el melocotón. También alimentos ricos en vitaminas B y E, como el pescado y las legumbres, ya que evitan la deshidratación, la descamación y prolongan el bronceado.
  • No debemos usar perfumes antes de ir a tomar el sol porque provocan fotosensibilización y favorecen la aparición de manchas.

Si el destino elegido es la playa…

Habitualmente en la playa es donde disfrutamos de las temperaturas más elevadas. La brisa marina nos refresca hasta alcanzar una temperatura agradable y, si seguimos teniendo demasiado calor, podemos darnos un chapuzón en el mar. Aunque haya una agradable brisa refrescante, la radiación solar sigue presente. Y lo mismo pasa en el agua: el 60 % de los rayos UVB y el 85 % de los rayos UVA pueden incidir a tu piel hasta una profundidad de 50 cm bajo la superficie del agua. Por eso es muy importante protegerte con una crema solar resistente al agua.

Si el destino elegido es la montaña…

Una fresca brisa de montaña también puede resultar engañosa porque los rayos UV siguen presentes; y una brisa fresca también puede convertirse en un viento helado, especialmente a gran altitud. Por lo tanto, la piel necesita protección, y no sólo ante los rayos UVA y UVB, sino también ante el frío. A menudo aún puedes encontrar algunos campos de nieve persistentes en primavera y verano. Cuídate especialmente en esos lugares: la nieve refleja los rayos del sol e incrementa su efecto hasta en un 90 % de la radiación UV existente.

Si el destino elegido es una ciudad…

El tiempo al aire libre te ayuda a relajarte y despejar la mente. Sin embargo, con la potencia del sol en un abrir y cerrar de ojos, tus labios se pueden tensar y la piel te puede empezar a sufrir sensación de ardor. Para evitar que esto ocurra, no permanezcas al sol más de quince minutos sin protección. Por supuesto, este tiempo variará según tu tipo de piel, pero como regla aproximada no deberías exceder el cuarto de hora.

15 julio 2020 — Silvia Oliete Escrig